Viki Pavía

Mi nombre es Viki, y me dedico, entre otras cosas, al acompañamiento terapéutico y a la radiestesia. Llegué a este camino a través de un recorrido lleno de desafíos personales que, aunque dolorosos, me ayudaron a transformarme y descubrir mi verdadera esencia. Mi infancia y adolescencia fueron difíciles; perdí a mi madre cuando era pequeña y viví bajo el maltrato psicológico constante de la nueva pareja de mi padre. En esos años, me encontraba en una especie de “anestesia” emocional, sobreviviendo sin rumbo propio, siguiendo directrices externas a mí, para seguir adelante. Entré en el mundo de la informática, un entorno lógico y ordenado que, a pesar de ofrecerme una forma de subsistencia y algo de diversión, no lograba llenar el vacío interno que sentía. A pesar de tener un buen trabajo y una familia, la sensación de estar desconectada de mí misma, seguía presente. 

Mi nombre es Viki, y me dedico, entre otras cosas, al acompañamiento terapéutico y a la radiestesia. Llegué a este camino a través de un recorrido lleno de desafíos personales que, aunque dolorosos, me ayudaron a transformarme y descubrir mi verdadera esencia. Mi infancia y adolescencia fueron difíciles; perdí a mi madre cuando era pequeña y viví bajo el maltrato psicológico constante de la nueva pareja de mi padre. En esos años, me encontraba en una especie de “anestesia” emocional, sobreviviendo sin rumbo propio, siguiendo directrices externas a mí, para seguir adelante. Entré en el mundo de la informática, un entorno lógico y ordenado que, a pesar de ofrecerme una forma de subsistencia y algo de diversión, no lograba llenar el vacío interno que sentía. A pesar de tener un buen trabajo y una familia, la sensación de estar desconectada de mí misma, seguía presente. 

La búsqueda me llevó al yoga, una herramienta que en su momento fue clave para mi
crecimiento personal. Me permitió volver a sentir, a encontrar un espacio de calma y de silencio, desde el que empezar a observar. Sin embargo, aunque fui profesora de yoga durante años, hoy en día no me identifico con esta práctica. Si bien el yoga es poderoso, siento que no es para mí. Conocí otras herramientas, como el eneagrama, la astrología, los aceites esenciales, el tapping, la acupuntura, y sobre todo, la psicoterapia, convirtiéndose esta última en un punto importante en mi vida.

Más adelante, entré en contacto con la radiestesia, a la que llegué por un interés en mejorar mi alimentación, buscando un bienestar físico. Me encontré con una alimentación personalizada y adaptada a mi organismo. Al profundizar, me di cuenta de que no solo se trataba de ajustar mi salud, sino de reconectar con una dimensión más filosófica y espiritual de la vida. Redescubrí la conexión con todo lo que existe, no solo con personas, sino con todos los seres, con absolutamente todo lo que existe. Me enganchó el trabajo personal que requiere poder utilizar un péndulo, un trabajo para estar menos condicionados por los miedos, las inseguridades, los prejuicios, las ideas preconcebidas, e incluso por los deseos. Un trabajo personal para ser más neutros y más libres. Agradezco todos los pasos dados, ya que todos han sido un granito de arena para poder dedicarme a lo que realmente siempre me ha interesado, por lo que siempre he sentido admiración, que es la capacidad de transformación del ser humano. Es un honor poder estar en esos procesos, en momentos íntimos e intensos, a veces dolorosos y profundos, pero siempre preciosos.